Candidato a espía
Buen conocedor de Internet y sus
recodos, Jaime pasó la noche frente a su lap-top
sondeando en el Internet subterráneo, explorando,
avanzando menos de milímetros, sin realizar el mínimo contacto. Sólo tanteando el
terreno. No iba a poner un anuncio diciendo: tengo
un códice maya en mi casa, ¿quién lo quiere?,
sino que como anónimo en foros y páginas, empezó a darse una idea del mercado
negro de arqueología, de sus personajes, sus hechos y sus leyendas.
Por lo pronto le preocupaba más
determinar quién sería el espía. Aquello sí que representaba un verdadero
escollo. Introducirlo en el ambiente familiar sin que se supiera quién lo
metió, no era el problema. El lío era conseguir a alguien en quien su tío
pudiera confiar.
Con la televisión encendida, Jaime
repasó y quemó el papel donde anotara los datos de un hombre singular. Era un
ex policía, expulsado de su corporación por faltas a la ética, a quien
conociera en un lugar no muy respetable hacía años: él seguiría los pasos del
tío por un salario nada despreciable. Daría informes diarios usando móviles sin
registrar, cada hora o a cada momento en que ocurriera algo importante.
En eso, una noticia televisada llamó la
atención de Jaime. La comentarista informaba a cuadro, delante de una toma del
Secretario de Salud saliendo de una reunión con sus ayudantes, entre varios
reporteros, rumbo a un autobús oficial:
-... entre lo más destacado de su
informe, el Secretario ha anunciado el nombramiento de un ayudante civil, que
servirá como enlace con las comunidades mayas...
En cuadro apareció la toma de un hombre
joven, que parecía evitar las cámaras.
-Se trata del Dr. Alejandro Balam, que
hasta hoy laboraba en la clínica de “Chicuceno” –pronunció equivocadamente-. “En
este momento debemos recurrir a todo apoyo confiable”, afirmó el Secretario
añadiendo: “no podemos desdeñar, y no lo haremos, el gran acervo de la cultura
de nuestro Estado”. El Dr. Balam, quien además de experto en medicina, es un
entregado mayista...
¿Qué es eso de mayista?,
pensó Jaime.
Cuando encontró la definición en
Internet, alzó la cara de la lap-top, con mirada casi beatífica: había
encontrado a su espía.
Inicia la conspiración
Acercarse al Dr. Balam no fue difícil.
Aunque sus nuevas responsabilidades en la Secretaría de Salud lo llevaban de
una comunidad a otra, al detective le bastaron dos días para informar al
sobrino Jaime, con seguridad, cuál era la mejor hora para abordar al médico.
Viendo a Balam como a un hombre de
carácter sencillo, el sobrino lo abordó con bastante confianza. Afuera de su
casa, en la noche, llevaba la misión auto-impuesta de convencerlo para hacerse
infiltrar en el equipo de su tío y el historiador.
Sin pararse a pensar que el Dr. Balam
tenía ética, el sobrino se guió por la idea universal de que “el león cree que
todos son de su condición”. Esto es, que el Dr. Balam tendría un precio. Era
normal, pensaba el sobrino, ¿qué tenía de malo? Todo mundo desea algo por lo
que daría muchas cosas, también valiosas.
Cuando saludó al Dr. Balam en la puerta
de su modesta casa, el sobrino dudó un poco de sus propias apreciaciones: la
sonrisa de Balam, serena, amable, no parecía de entrada la de alguien
sobornable, ni influenciable. Tampoco
parecía alguien fácil de intimidar. Eso provocó en Jaime un ramalazo de
incertidumbre sobre la facilidad con que creía lo iba a convencer.
Vamos, se dijo. Ya estaba ahí y lo haría.
Necesitaba a ese médico maya de espía con su tío, quien, por cierto, a esa hora
estaba de vuelta en el cuarto de máquinas.
Glifos y ¿profecías?
Don Héctor y el historiador repasaban
el códice, sentados a una amplia mesa del siglo XVIII, que estaba ahí desde los
días de algún añejo antepasado.
- … aquí vemos de nuevo a Ixchel,
sentada –dijo el historiador-. Vamos a ver qué más consigo interpretar, Don
Héctor… sí, es Zac Ixchel, la Blanca Ixchel, diosa de la Luna y esposa del dios
Sol. Se le menciona como “nuestra madre” y junto a la imagen aparece el término
colel- o señora. Se lee: Ixcolel, Nuestra Señora.
-Siempre que la vemos, aparece como una
diosa protectora, benevolente -comentó don Héctor-. Se refieren a ella con
respeto, y diría que también con cariño. Me gusta encontrar eso en documentos
tan antiguos. ¿La invocarían mucho? ¿Cómo sería la salud de los antiguos mayas?
¿Enfermarían con frecuencia?
-Sabemos que eran muy sanos. El estilo
de vida que llevaban, al aire libre, consumiendo un gran número de vegetales,
favorecía su salud. Como cualquier otro pueblo tenían enfermedades, pero no se
muestran muy frecuentes. Ahora sabemos más sobre ello, Don Héctor. Fíjese, por
ejemplo, gracias a la paleohistología, hoy se
efectúan diagnósticos al estudiar los huesos a nivel microscópico. Sabemos de
sus enfermedades y también de sus discapacidades, por ejemplo, a causa de la
edad. Sobre invocar a Ixchel, podemos entender que sí, ya que como recuerda
usted, Ixchel no sólo era diosa de la salud, sino también de los nacimientos,
del agua, de las relaciones amorosas…
El historiador repasaba el códice.
-Mire, aquí se ve la partícula col- o milpa: se refiere al cabello de
Ixchel, largo…
-¿Había algún dios de las enfermedades?
-¿Como desencadenador? Pues… para los
mayas, sus divinidades no desencadenaban las enfermedades por algún motivo que
sólo los dioses conocieran. Los mayas suponían que los padecimientos y el
sufrimiento que conllevaban, así como la muerte, se debían a la acción humana.
La gente enfermaba por una falta de
armonía existencial; los dioses juzgaban y castigaban esa actitud. Para
evitarla se realizaban rituales: con ello buscaban agradar a sus dioses y que
éstos les aseguraran salud, alimento y vida. Cuando se faltaba a estos deberes,
y sobre todo cuando se perdía la armonía personal y social, las epidemias eran
el modo de volver a los cauces y dejar atrás la negligencia religiosa.
“El códice está un poco deteriorado a
la mitad… pero se ve el glifo cuch
haab, que representa: “hambre y epidemias
que suceden en esta vida”, donde cuch
son las responsabilidades en el manejo
de esas enfermedades. Se ve la vieja imagen maya del dios de la muerte,
descansando en los hombros de Ixchel, lo que da un
sentido de metáfora, hablando de un destino.
-¿Destino? ¿El códice puede contener
elementos proféticos?
-¿Que sea un calendario adivinatorio?
Necesitaríamos a otro experto que pudiera decirlo.
-Digamos: ¿Usted cree que este códice
contenga profecías, sobre un destino funesto por enfermedad? Acuérdese de la
influenza de las gallinas…
-Pero… ¿usted cree en las supuestas
profecías mayas del Fin del Mundo, don Héctor?
-Y si creyera, con su forma de
preguntar ya estaría diciendo que no.
-Respóndame, don Héctor.
-¡No sé! Al inicio pensaba que no, pero
con tanta alharaca, duda uno.
-No se deje engañar. Recuerde usted que
las “profecías” del Fin del Mundo ya venían desde la Edad Media, por lo menos.
En Europa, se esperaba el Juicio Final con la llegada del año mil. Hubo
infartados ese Año Nuevo en la Basílica de San Pedro.
-Eso es verdad. Después vino
Nostradamus, con su septiembre de 1999. Por lo menos 30 años previos de hablar
de eso. Nada.
-También está el “Efecto 2000”, donde
supuestamente las computadoras no estaban programadas para aceptar el cambio de
milenio, por lo que se colapsarían y la economía mundial se iría al traste.
-También se habló de un asteroide
gigantesco –recordó don Héctor-. Luego se dijo que Gorbachov tenía en la
frente, la marca de la Bestia. Ahora se le llama así al automóvil de Obama y se
cree ver algo raro en eso. También se ha dicho que los códigos de barras
contienen el 666 y eso prueba que el Mal ha llegado a la Tierra y que Internet
es el monstruo de Babilonia.
-Ahí tiene. Tanta profecía y el mundo
no se ha terminado. ¿O usted vio que el mundo se acabara? ¿Sintió que el mundo
se acabó con esas profecías dichas con tono grandilocuente? Yo no sentí nada.
Ahora del año 2000 se pasó al 2012: se pueden vender libros, DVDs, impartir
cursos, etc.
“No existe una profecía maya sobre el
fin del mundo, don Héctor. Los mayas hablan de finales de épocas, por ejemplo,
y algunos textos contienen afirmaciones, digamos apocalípticas, pero, por
ejemplo, el final de la Cuenta Larga es un final de ciclo, y no del Tiempo. Lo
que vemos es el efecto de la mercadotecnia, que
reúne datos malinterpretados y sin relación, como la actividad solar o el cambio
climático.”
-Es decir, que se arman una historia
con lo que se les ocurre.
-En efecto, ya verá que pasado el 2012,
dirán que el mundo se acaba en el 2018, “ahora sí, ahora sí”.
-Mejor continuemos, si le parece.
-Sí… mire, el códice tiene varios glifos
de animales: quetzal, kuk;
guacamaya, mo;
simio, maax;
perro, pek.
Y también están los animales como enfermedades: balam mo tancaz,
jaguar enloquecido, hay más, pero no sé leerlos, insisto, necesitamos…
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