viernes, 12 de octubre de 2012

CAPÍTULO 7. LA SANADORA



En busca

Al día siguiente, puntual en Chichén Itzá, el Secretario vio aparecer a la curandera.

Acompañado por el Dr. Balam, quien serviría de intérprete, y los infalibles guardaespaldas a distancia prudente, el Secretario comenzó a dialogar con la curandera.

En la conversación, traducida por el Dr. Balam en ambos idiomas, el Secretario pronto estableció que, en efecto, aquella sanadora ya había atendido a tres pacientes de la enfermedad que se diseminaba en el Estado.

-Ella dice que la enfermedad que estamos viendo —que nosotros llamaríamos epidemia—, es provocada por un viento nefasto, llamado tancás.
“Sin embargo —siguió traduciendo Balam—, en esta ocasión no es tan sencillo. Esta vez se trata de un viento mixto o una enfermedad de origen mixto: coc-tancás-ik, dice ella”.
-Eso sería…
-Un ataque-viento-asma, una enfermedad caliente o kan. Dice que no es nada fácil, que el estilo de vida del huacho, del blanco, tiene la responsabilidad de este nuevo padecimiento.
-¿Se refiere a una enfermedad enviada por Dios? Si vamos a ponernos en esos términos…
-No, señor Secretario –sonrió afable el Dr. Balam-. Ella no dice que esto ocurra por decisión de Dios. Lo adjudica a la pérdida de armonía en la vida de los seres humanos. Esa interpretación puede carecer de sentido para nosotros. Lo que importa es…
-Lo que importa es si esta mujer sabe algo real de la enfermedad y si nos lo dirá. Aunque parece que sí ha curado unos casos, todavía hay circunstancias que debemos analizar. Ella debe decirnos lo que sabe, Dr. Balam.

El médico maya intercambió unas frases con la curandera, y miró al Secretario.

-Puede decirnos, en efecto, pero…
- … ¿pero qué? —suspiró el Secretario— Dr. Balam, por favor hágale entender a esta venerable señora que no tenemos tiempo qué perder. Si la enfermedad se propaga más, no tendremos capacidad para contenerla. Aunque la curandera pudiera sanar a enfermos sólo con hablar, la situación  se nos puede venir encima en muy poco tiempo. En esa situación, ella no tendrá tiempo para curar a todos los que la busquen. Ella misma no estará a salvo.

El Dr. Balam volvió a conferenciar con la curandera.
-Dice que mañana; debe volver a consultar.
-Bien, entonces, Dr. Balam, le comisionaré para que venga Ud. a la cita. Si esta buena mujer se niega a colaborar otra vez, me temo que no podremos contar con ella.
-Posiblemente necesitemos una táctica de mayor paciencia, señor Secretario —sonrió Balam—, los tiempos vitales de nuestra raza son diferentes.
-No lo dudo, doctor; por eso usted es el indicado para atender este asunto.

En la camioneta, conducida por el otro guardaespaldas, el Dr. Balam iba enfrente y el Secretario en el asiento de atrás, algo molesto pero buscando opciones.

-¿Podríamos deducir nosotros cuál es el tratamiento que proporciona la curandera, Dr. Balam?
-En eso pensaba, señor Secretario. La enfermedad que ella describió, ataque-viento-asma, me ha dado algunas ideas; informaré a usted a la brevedad.

El Secretario asintió; vio de nuevo el mapa de acceso restringido en su lap-top: los puntos rojos que representaban casos de la nueva enfermedad, en el mapa de Yucatán, aumentaban en número. Las medidas preventivas de contención no estaban dando buenos resultados. De continuar así, para mañana en la noche debería informarse en los medios, la declaración de situación de contingencia, así como la llegada de equipos desde la capital de la república.

La buena ayuda

-En efecto —asintió el experto, sentado a la mesa dieciochesca—. El códice muestra y describe varias enfermedades. Está la U lom tokil hubnak, que es diarrea con punzadas, y Akab tok, una enfermedad dermatológica. Está Zac cimil, que es ataques epilépticos e infarto. También hay casos específicos: este glifo es Chibal, que representa dolores abdominales, cefaleas, huesos adoloridos y otalgia.

Don Héctor y el historiador lo veían con gratitud.

-Aparece el glifo chac que implica gravedad del padecimiento, tzitz mo ik, espasmo de la guacamaya pinta…. hoch ka, ni más ni menos que la úlcera perforada, y dz-unuz, el cáncer.

El nuevo miembro del equipo leía el códice, en silencio, y daba su traducción e interpretación a los otros dos, que lo escuchaban con atención:
-En la visión de los antiguos mayas, la humanidad es parte de un organismo, y cada aspecto experiencia de la naturaleza tienen relación. Es decir, lo divino tiene eco en lo humano, y viceversa. Por ello, la buena
convivencia social, el apego a las leyes, crean una armonía dentro del mundo humano, y de éste con la dimensión de los dioses. Para nosotros eso se traduce en salud, buenas cosechas.

 “Cuando se pierde, cuando el nudo se rompe, aparece la enfermedad. Hay una pérdida de relación entre las dos esferas. La enfermedad es el efecto. Las causas son humanas, pero también hay un factor llamado
viento, causal de enfermedades, y se debe a fuerzas naturales o sobrenaturales. Cuando el viento es desencadenado por seres humanos, sus alcances unen desde lo más salvaje de la naturaleza, como el clima, hasta lo más íntimo de las emociones, y se desata el caos.

“Por esa razón, el diagnóstico de las enfermedades se efectúa desde diversos puntos de vista, porque la enfermedad no es una cuestión únicamente física, sino también mental y espiritual. Es lo mismo para el tratamiento. En él, participa una fuerza vital llamada ool.

“Los padecimientos pueden ser ‘fríos’ o ‘calientes’. Frío y caliente son naturalezas interiores. El día es frío y la noche, caliente. El cielo es caliente y la tierra es fría. La Luna es fría, el Sol es caliente. Es caliente la nieve, porque quema; es caliente lo morado, lo carmesí: la saliva es caliente; el sudor es frío; cuando la enfermedad es caliente, se requiere de remedios fríos. Para tratar esas enfermedades, los antiguos mayas clasificaron más de 1,500 plantas medicinales.”

-¿Tenían enfermedades como las nuestras?
-Sí, como la fiebre amarilla o nuestro vulgar “pie de atleta”. Se ha pensado que su descripción de gránulos conjuntivales, se trata de infección por Chlamydia trachomatis.
“No sólo eso, hay pruebas de intervenciones quirúrgicas complejas, esto es, en cráneo abierto, empleando abrasión y corte.”

-¿Trepanación?
-En efecto. Y hasta hace no mucho, se pensaba que esos pacientes habían muerto de inmediato o que tuvieron una corta sobrevida; sin embargo, por el tiempo de solidificación de los cortes, observados en los
vestigios óseos craneales, se sabe que los mayas intervenidos sobrevivieron más de 20 años.

Don Héctor parecía desear sumergirse en el códice.

-Creo que también deberemos utilizar mascarillas para acercarnos al códice –pensó en voz alta- Mh… aquí se ven instrumentos… no me diga que son bisturíes.
-Se lo digo, señor –sonrió el experto-. Es una representación de navajas de obsidiana. Los mayas sabían emplear minerales, por ejemplo, para crear prótesis dentales con jade. Aunque también utilizaban hueso, con los bisturíes de obsidiana se producen cortes más limpios, que sanan más rápido y dejan menores cicatrices. Son tan eficaces que algunos hospitales de Estados Unidos hoy utilizan bisturíes de obsidiana. Para las suturas, empleaban cabello humano.

Recorriendo el códice con las manos enguantadas, el experto seguía traduciendo e interpretando.

-Vean, señores, el glifo Uay. Representa un estadio inicial de enfermedad, relacionado con un trastorno interno, es decir, lo que podemos llamar hipocondría.

Sonrió, entrecerrando los ojos con amable interés.

-Éste, es maravilloso: Pul Yah. Pul es “tomar” y Yah significa “dolor”. Es el acto de sanar. El médico toma el dolor del paciente, lo remueve, lo elimina. Identifica dónde se manifiesta el dolor y lo erradica de ese sitio.

Cerraron el códice. Los tres tenían una nueva expresión en el rostro.

-No sabe cómo le agradecemos esta colaboración —dijo Don Héctor, suspirando de alivio—. Estamos al tanto de sus ocupaciones, por lo que el tiempo que ha aceptado dedicarnos, es invaluable. Por supuesto, sus esfuerzos serán recompensados econó…

-Ni lo mencione—interrumpió el experto—. Mi retribución es la satisfacción de servir.

Y para apoyar su afirmación, el Dr. Balam esbozó una amable, cálida sonrisa.



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